Un sueño y una osadía intentar poner música a esta oración que propuso San Ignacio hace ya casi cinco siglos. Muchos cristianos la hemos rezado al final de los ejercicios espirituales, esa apasionante peregrinación en busca de un Dios que también busca comunicarse con nosotros.
En el último “ejercicio” de este itinerario, San Ignacio dice: el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante,... Y te sale ponerlo en práctica: después de haber recibido tanto de Dios, haber vivido su acogida misericordiosa, haber conocido y amado a un Hijo hecho hombre por ti y llevado a la cruz por ti, haber sufrido y gozado con él, haber recibido vida, inteligencia, y todo bien,... después de todo esto, de lo profundo de tu corazón enamorado surge el querer entregarle todo.
Estas palabras no escatiman generosidad: libertad, memoria, entendimiento, voluntad, y todo lo que tenemos y poseemos. Ignacio no era psicólogo, pero conocía dónde se jugaba el todo de la persona. Y el que se ha encontrado con Dios y consigo mismo, también lo conoce, y se siente libre y acogido para darse, no mucho, sino del todo.
Por eso hablo de OSADÍA. Por eso hablo de SUEÑO.